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¡QUÉ SUERTE QUE TUS PADRES VIVAN!

Hace dos días subí una foto de este fin de semana de mis padres a mi Facebook personal y he de decir que me sorprendió la acogida que tuvo, lo que motivó que escriba este artículo…
Estoy en una edad en la que ya tengo amigos que sus padres han fallecido y algunos a veces me han dicho algo así como » lo que daría yo por tener a mis padres conmigo; a mi madre que siempre estaba ahí pendiente de esto y lo otro; a mi padre que me aconsejaba tal o tal cosa; ¡ahora entiendo cuando mi madre me decía…!» Más de una de mis amigas (que os conozco muy bien) en vuestros comentarios a las fotos he leído más allá de lo que pone…

A tus padres en la infancia les admirabas, en la adolescencia les rechazabas, en la juventud les rechazabas y ahora, en la adultez les redescubres como personas de carne y hueso.

Y es que ¡es verdad! tus padres son insustituibles, son el motor de tu vida siempre están protegiéndote, preocupándose por ti su hijo, amándote hasta el final aunque tengas 50 años o los que sea…¡tu siempre serás su hijo! Y, llegada su ancianidad, a medida que van envejeciendo, crece el temor de perderlos además que recuerda tu propia finitud, una idea que puede causar temor. Entonces, en ese momento, revierte el que les des todo tu amor y cariño cuando empiezan a hacerse mayores, a tener despistes y no recordar las cosas, a repetirte una y mil veces lo mismo, a querer que le atiendas y por eso llama la atención sobre ti como sea porque se siente inseguro y no quiere quedarse sólo…!en fin! y muchas otras cosas que les hace volver a ser como niños pero sin dejar de ser adultos. Cuando tú y yo éramos pequeños se desvivían por nosotros, nos desearon con el corazón y entregaron todo su ser para cuidarnos y vernos felices. Como ejemplos “prácticos” eructábamos y les manchábamos sin que apenas les importase, nos cambiaban el pañal, por la calle iba a nuestro pasito lento porque la marcha todavía no la dominábamos, nos ayudaban a comer cuando estábamos aprendiendo y lo manchábamos todo, cogíamos “rabietas” – de pequeños llorando y pataleando y de adolescentes poniéndonos “pesados”, yendo literalmente pegados a la oreja de uno de nuestros padres hasta conseguir lo que pretendíamos-, cuando nuestros padres nos aconsejaban a veces, nuestra falta de madurez o inseguridades hacía que nos costara fiarnos de ellos sin comprobación alguna…

Ahora, eres tu-soy yo- la que me tengo que desvivir por mi madre, por mi padre que necesita de tus cuidados porque le cuesta comer y se le cae la comida o hace ruido comiendo, necesita un pañal y que le ayudes a lavarse,  le cuesta andar y se siente torpe, necesita asegurarse 1 y 1000 veces que esto o lo otro que le dices es así, se enfada si le llevas la contraria pero porque piensa, se siente inseguro porque incluso cree que “ya no vale para nada” o que ya nota en su decadencia que se le van olvidando las cosas, que ya no está tan ágil física y mentalmente…

Realmente la vejez  a veces es un poco fea por las enfermedades que trae y el deterioro del cuerpo o la mente. Tengo la convicción plena que los padres mayores ya ancianos tienen que conservar su dignidad como personas por encima de toda disminución eventual de sus facultades. Para ello, tu, hijo, debes y tienes que ejercitar con ellos la paciencia, el respeto, la compasión y, sobre todo y fundamente el amor: el cariño, la ternura, la delicadeza…hacia tus padres.

Mis padres – los tuyos también- con su sola presencia y humildemente son testigos de los valores permanentes pues la sociedad actual ha perdido sensibilidad hacia la persona y las virtudes. Esas a las que han sido fieles a lo largo de su vida ellos y, hoy, por su forma de ser y de actuar, son los grandes sembradores de fe aunque, en muchas ocasiones ellos no lleguen a ver sus frutos pudiendo sólo vislumbrarlos.

Dice el Papa Francisco: Nosotros vivimos en un tiempo en el cual los ancianos no cuentan. Es feo decirlo, pero se descartan ¿eh? Porque molestan. Los ancianos son los que nos traen la historia, nos traen la doctrina, nos traen la fe y nos la dejen en herencia. Son los que, como el buen vino envejecido, tienen esta fuerza dentro para darnos una herencia noble»

“¡La vejez no es un naufragio! (…) Más bien al contrario, es una arribada a puerto. Depende de nosotros ayudarles a atracar apaciblemente”.[1]

Tú, como buen hijo has de favorecer la autonomía y libertad de tus padres, Fíjate en sus fortalezas ¡que son muchas! Y no sólo en sus debilidades. Pero sobre todo y por encima de todo hazles sentir que te importan. Aquel anciano que es tu padre con su mirada amable, alegre o triste, tranquila o insegura…te dice ¡hazme sentir importante para ti!

¿Y cómo le hago sentir importante? Se me ocurren varias frases que conviene que les digas con frecuencia y que muchas veces, sin darte cuenta, por un acostumbramiento malo que a ti – como a mí y a muchos otros hijos-  no lo haces porque das por hecho que “ya lo saben”. Sí, lo saben, pero necesitan escucharlo para reforzar su sentimiento de pertenencia a su familia, de cariño palpando en esas palabras el querer de los más cercanos hacia él.

1.- Te amo, te quiero

¿Le dices a tus padres que les amas? Puede parecer un gesto pequeño pero para tus padres puede significar el mejor momento del día. ¿les abrazas?, ¿les das besos de afecto y cariño?, ¿Les pasas la mano con ternura y delicadeza por el rostro o por la espalda? Estos gestos son muy poderosos y ayudan increíblemente a la autoestima del que los recibe y también del que los da.

  1. y 3.- Te perdono y Lo siento

Los rencores, sentimientos de culpa, de rechazo por cualquier motivo resquebrajan cualquier relación humana pero mucho más, me atrevo a decir que infinitamente más, cuando esto se produce entre un padre y un hijo. No es bueno llevar a colación y martirizar a tus padres con los errores que pudieron cometer en el pasado contigo pues lo único que se consigue es dañar la relación parental.  Es el momento de buscar el camino del perdón que es liberador y armoniza el ambiente familiar además de ser un buen ejemplo para tus hijos.

Lo siento es otra “frase mágica” a utilizar por un hijo hacia su padre cuando ha habido o hubo alguna situación seria que llevó en un momento determinado a hacerle daño por errores de nuestra juventud o adultez de los cuales a veces no se nos hacen conscientes hasta que ha pasado mucho tiempo o llega la ancianidad del padre. Nunca es tarde si la dicha es buena para decir de corazón  «lo siento» que, en ocasiones será porque todavía tienes algo encogido el corazón por aquella rebeldía que hizo tanto sufrir a tus padres en aquel momento.

4.- Gracias

“Es de bien nacido ser agradecido” dicta el refranero popular. Y a quién le debes el mayor agradecimiento si no es a tus padres que te concibieron y te dieron la vida. Gracias por seguir queriéndome, gracias por ser ejemplo de vida, gracias por enseñarme a vivir en sociedad, gracias porque me dais la oportunidad de ahora, en vuestra ancianidad, poder estar pendiente de vosotros y “devolveros” una mínima parte de todos los cuidados que vosotros habéis tenido conmigo, gracias por esos consejos que me das aunque a veces, no te los pida incluso lleguen a molestarme, gracias por ser prudente y callarte cuando sé que esta manera de actuar o vivir mía no la compartes pero la respetas, gracias por enseñarme el camino hacia la felicidad,…Este agradecimiento te brinda la posibilidad de empatizar con sus sentimientos y de hacerles saber lo feliz y contento que estás y eres por todo lo que han hecho y hacen por ti.

5.- Voy a estar hoy contigo y ¿qué quieres que hagamos?

En la ancianidad la soledad se hace pesada y dura máxime cuando todos los amigos de la edad de tus padres van falleciendo y se produce un vacío en su interior que deja el amigo amado. O también porque desgraciadamente en la sociedad actual las residencias están llenas de ancianos que ansían la visita del hijo que vaya a verle y, si es con los nietos mejor. Tus padres a su edad, con el paso del tiempo y de los años, lógicamente se aferran a lo que pervive y su pensamiento y sentimiento con frecuencia gira en pensar en el bienestar de sus hijos y nietos. Esa visita semanal es un aliciente de vida muy importante para ellos que les da esperanza, confianza, seguridad, es decir, mejora su autoestima.

6.- ¿Me cuentas esa historia…?

A tus padres les gusta contar historias de su juventud que le traen al presente recuerdos gratos y les hace sentirse mejor. Tienden a repetir aquellas que para ellos tienen un recuerdo especial pudiendo resultar para ti pesadas pero el que tú les prestes atención con una escucha activa y valores aquello que te están contando como si fuera la primera vez que lo hicieran, preguntándoles detalles, lugares, fechas, nombres… para ellos es muy importante, genera una gran satisfacción personal y se sienten queridos y estimados que es como debe de ser. Una buena idea es grabar lo que cuentan, transcribirlo, hacerles una entrevista sobre alguna historia pues te aseguro que cuando ellos ya no estén esos recuerdos serán muy valiosos para ti y los nietos. Tengo un recuerdo muy cercano de un nieto que, a base de oír y fascinarse con los relatos que su abuelo le contaba sobre su versión vivida para sacar a su familia adelante- una de esas personas a la madre de este chico-durante la guerra aprendió tanto que decidió hacerse historiador especializado en dicha guerra.

7.- ¡Hola papá. Sí puedo atender tu llamada! Cuéntame

No sé si a ti te pasará pero a mí me pasa. Vivo, vivimos en esta sociedad tan deprisa que nos falta tiempo. Pero ten en cuenta que a tu padre, a tu madre no y necesita hablar todos los días contigo y que le atiendas con cariño. Es cierto que en ocasiones esa llamada te pilla en “un mal momento” donde no puedes atenderle de la mejor manera posible pero siempre sé cordial, para él eres lo más importante de su vida y necesita hablar contigo, y agradécele lo feliz que te hace recibir su llamada.

8.- ¡Sorpresa!

Debido a que en la ancianidad se ven mermadas las facultades físicas y mentales, el anciano se ve a sí mismo torpe, observa que su cabeza le sigue mandando ordenes que tiene automatizadas pero que ahora su cuerpo o su mente no tiene esa agilidad de respuesta que tenía antes y su autoestima se ve tambalearse generando inseguridades que le llevan a costarle tomar decisiones o tener iniciativa. Por otro lado, la vida se vuelve más calmada y sin prisa incluso en muchas ocasiones pasiva. Este conjunto de circunstancias hace que les cueste salir a dar un paseo, leer, ir a divertirse con un plan de ocio, etc… Tu puedes animarles sorprendiéndoles con una salida a acompañarles a un parque y tomar un refresco en una terraza, sacando entradas para acompañarles al teatro, preparando junto con toda la familia, con los nietos un día tranquilo de campo en el que se conjugue que ellos puedan pasear un poco y sentarse a disfrutar de los juegos de los nietos o el trepar de ellos por las rocas

En conclusión, el tiempo es el mayor regalo que puedes ofrecerle a tus padres.

[1] Quand mes parents vieillissent, petit guide pratique et spirituel, [Cuando mis padres envejezcan: pequeña guía práctica y espiritual] Annie y Claude Beauducel, editorial Emmanuel, publicado el 12 de julio de 2017.